Ando de vacaciones de verano, y ya desde el primer día estuvo
presente la idea de que pronto llegará el 4 de agosto y tendré que volver a la oficina.
Este año hemos tenido que coger las vacaciones más pronto que otras veces, y la
perspectiva de que se acabe el descanso y empiecen los madrugones para ir desde
la Sierra hasta Madrid me produce cierto estrés. Y ello a pesar que Marisa me
ha tratado de vender que esto es estupendo, "... porque en Agosto hay menos trabajo".
La verdad es que nunca se lo he “comprado”, y menos cuando esta misma mañana ella me ha dicho que
por primera vez le ha venido a la cabeza el hecho de que se acabarán las
vacaciones y luego no hay más hasta el año que viene.
Pero claro, luego me acuerdo de mi padre diciendo “hay que
darle gracias a Dios por tener trabajo”. ¿Alguien lo duda? Desde luego que es
así.
Esto me ha hecho pensar que en todas y cada una de nuestras
situaciones, hay siempre diversas maneras de ver las cosas.
En estos días de vacas abundan las imágenes de estupendos
resorts con playas paradisíacas, donde de pronto aparece un casoplón que te
dicen es de tal famoso o ricohombre. Y claro, se te cae la baba. Pero ¿acaso no
es cierto que nosotros veraneamos en una casa en La Sierra que es nuestra y que aquí se está fenomenal? Además, en la tele también veo los informes
sobre los comedores sociales de verano para evitar la desnutrición de los niños
con padres en paro ¿cómo tengo siquiera la poca vergüenza de envidiar nada?
Y así pasa con todo: a mí me gustaría no trabajar y
dedicarme a viajar, pero ¿y los que no tienen trabajo? Me gustaría poder
comprar la casa de los sueños de Marisa, pero ¿y los que no tienen casa?
Quisiera tener más capacidad decisoria en mi puesto de trabajo, pero ¿y los que
están atrapados en las PYMEs que dan trabajo al 90% de los empleados en España
y que, por su pequeño tamaño, no tienen posibilidad de crecer desde el puesto
base donde entraron hace ya muchos años? Quisiera que mis hijos encontraran
trabajo y tuvieran una carrera profesional, pero ¿y las gentes que viven en
países donde ni siquiera se pueden plantear estudiar porque están en guerra?
Me acuerdo de mi amigo Mario, del colegio, que un día me
reprochaba que a mí me gustaba todo lo que tenía. Bueno, la verdad es que
siempre ha sido así, de una manera inconsciente, pero si lo pienso, creo que es
la única manera de ser feliz (a menos que se sea feliz siendo infeliz, lo que
creo es una opción tan válida como cualquier otra).
Pero este mismo planteamiento podría aplicarse al porvenir. Imaginemos que uno está a punto de perder el trabajo, porque cierra la empresa o porque no ha conseguido alcanzar los objetivos que se le habían asignado. De pronto todo se hunde. La vida que vives está en peligro y ya no piensas en las vacaciones, en comprar nada, en tu nivel en la empresa o en que tus hijos consigan su primer empleo. Todo se hunde. Es una situación que no se la deseo a nadie, porque son 24 horas al día de angustia continuada, de darle vueltas a la pelota: ¿qué he hecho mal? ¿cómo no lo vi venir? ¿qué puedo hacer?
Piensas en el puñetero queso que alguien se llevó, pero te
importa un bledo la teoría que el cuentecito de marras encierra, porque todo tu
bienestar y, lo que es más importante, el de tu familia, está en riesgo.
Y en esta situación, considera la posibilidad de que pase
algo peor: un accidente se lleva la vida de un ser querido. ¡A la mierda el
tema del trabajo! No tiene la menor importancia.
¿La moraleja? Bueno, posiblemente haya que poner todo en
perspectiva y seguir luchando, sin más. Nadie te da a elegir entre perder el
trabajo o perder a un familiar. Las cosas no son así, y por lo tanto no diré
que si estás a punto de perder tu empleo debas de pensar “podía haber sido
peor”, pero en la medida de lo posible no hay que hundirse. Porque eso no te
lleva a nada.
Tampoco hay que dejarse llevar en base a agradecer lo que se
tiene, sin ambicionar más. Es bueno, creo, tener aspiraciones, de todo tipo, y
tratar de alcanzarlas por uno mismo. Y no hay que dejarse arrastrar por la
ambición, porque nunca lo alcanzaras todo. Siempre habrá “otro pistolero más
rápido que Tú” y siempre habrá un casoplón en Maldivas, o un viaje al Polo Norte, u otro puesto más alto, que quedan fuera de tu alcance.
Pero de vez en cuando conviene pararse y decir, aquí estamos,
esto es lo que tenemos y lo que hemos conseguido (el plural está puesto a
propósito), y agradecer el haber tenido la posibilidad de haber llegado hasta
ahí, porque en Palestina, en Ucrania, en Sudán del Sur o en tantas y tantas
otras partes, esas posibilidades no podrían siquiera haberse planteado.
Así que el 4 de agosto volveré al trabajo. Los madrugones me
seguirán sacando de quicio y seguiré deseando que me toque la lotería, y toda
esta perorata no me consolará ni mucho ni poco, porque tampoco trato de buscar un consuelo en ello.Simplemente constato que así son las cosas. Gracias
a Dios.
Todo consiste en la actitud que cada uno tenga ante la vida!
ResponderEliminar