lunes, 21 de julio de 2014

¿La Antesala del Desastre?

Pertenezco, como casi todos los que leéis esto, a una de esas generaciones que nunca ha vivido una guerra. La Guerra Civil Española nos queda cada vez más lejos, y mis padres la vivieron siendo niños, de manera que aunque la padecieron (tanto la guerra como la posguerra), por supuesto no tenían edad de combatir. En cuanto a la Segunda Guerra Mundial, pareciera que es algo que pasó en las películas. Los que combatían entonces son aliados ahora, y si entonces los países del Eje, liderados por Alemania, invadieron tantos países, entre ellos Francia, ahora el Eje Europeo es el Franco-Alemán.

Por supuesto, sabemos que hay guerras por ahí, pero se hacen lejos. La más cercana, la de los Balcanes, tampoco pasó en la Europa Occidental, así que no profanó este remanso de paz en el que hemos crecido.

Y sin embargo, como tantas veces con tantas cosas, no lo valoramos. Estamos en el mayor período de paz que haya vivido España y Europa, y nos limitamos a ver en televisión como se masacran en otros países que están fuera de este espacio de calma en el que nos hacemos, cada vez más, viejos. ¿Realmente cuando vemos qué está pasando en Palestina, en Ucrania, en algunos países africanos nos inquietamos? Es un tema de conversación para el aperitivo del sábado al que dedicamos apenas unos minutos.

No soy de los de "No Más Guerras", porque concibo la posibilidad de que la guerra sea necesaria. Por muy fuerte que suene, pienso que hay circunstancias en que es necesario responder a una agresión, igual que en la vida misma. Si alguien te ataca o ataca a tu familia ¿no te defenderás? Y si alguién hace daño a un miembro de tu familia ¿no considerarás la posibilidad de la venganza directa? Yo no puedo decir que no.

Pero me desvío. Lo que quiero exponer es mi tesis de que vivimos al borde del abismo. Cada día aplicamos nuestra rutina: vamos a trabajar, llegamos a casa, hacemos la compra, compartimos un rato fugaz con los nuestros y así hasta el día siguiente, en que hacemos poco más o menos lo mismo, a la espera del fin de semana. Y sin embargo, todo podría saltar por los aires.

En la actualidad hay tres países que podrían participar/desencadenar la Tercera Guerra Mundial: Estados Unidos, China y Rusia. Los dos primeros en su afán por disputarse la primacía mundial mueven sus piezas, y un día sabemos que tienen una guerra informática soterrada y otro que unos apoyan a Corea del Sur y otros a Corea del Norte cuando salta una chispa. Respecto al tercero, Rusia, es como un sujeto armado y peligroso, que aplica la misma línea de pensamiento de Hitler a la hora de "defender" a sus conciudadanos en un país extranjero como es Ucrania, pero que en realidad se mueve por el ansía de recuperar el papel preponderante en el Mundo que perdió con la descomposición de la Unión Sovética y el ascenso de China (todo ello aderezado por las ambiciones personales y de perduración histórica de su líder, al que considero igual que esos villanos que Hollywood nos pinta en sus películas patrióticas).

Junto a estos tres actores principales, hay secundarios que podrían poner la leña para iniciar el fuego: las dos Coreas, los regímenes populistas latinoamericanos, el eterno problema palestino-israelí, las fricciones ocasionales entre India y Pakistán (ambos con armas atómicas),el crecimiento del Yihadismo.

¿Qué ocasiona una guerra a gran escala? Habitualmente se ha tratado de una cadena de sucesos-respuestas, aplicando la teoría de la represalía o la de evitación de un mal mayor. En el caso de la Primera Guerra Mundial, el asesinato del heredero del imperio Austro-Hungaro fue el desencadenante, y en el caso de la Segunda Guerra Mundial, la invasión de Polonia fue lo que activó las primeras declaraciones de guerra.

Pero detrás de estas cuestiones puntuales, hay siempre algo más etéreo. En las dos Guerras Mundiales este "algo más" fue el expansionismo germánico (aderezado por el nipón en el Lejano Oriente, con el ansía de "pintar algo en el Mundo" al que aspiraba el Fascismo Italiano, como pura comparsa, en el caso de la última Gran Guerra).

Ahora, en la situación actual, estamos en un escenario al que yo le veo ciertas similitudes: la pérdida de la primacia Mundial por parte de Estados Unidos es difícilmente renunciable. China no tiene pinta de pararse en el camino y si lo hace puede ser peor (el conflicto es siempre una buena excusa para buscar una explicación a esta parada), y Rusia es un país imperialista que no se va a resignar a ser un tercerón, y más en manos de un tipo como Putin, que debe considerar que "Rusia soy Yo" y que, estoy seguro, quiere dejar su huella en la historia.

A los que al llegar a este punto pensáis que exagero, os voy a describir tres escenarios "pausibles" (y podría haber muchos más):
  • Los frecuentes roces entre Corea del Norte y del Sur, un día desembocan en que Corea del Norte lanza uno de esos misiles que suele probar, mientras su pueblo se muere de hambre, sobre una ciudad Surcoreana. Los Estados Unidos apoyan a Corea del Sur, que responde con otro pepinazo, de manera que China y Rusia empiezan a abastecer de más armas a los Norcoreanos, y así se lía poco a poco, primero dejando a las dos Coreas masacrarse entre sí, y luego con una intervención cada vez más directa de los grandes países.
  • Rusia decide quitarse la careta e invade Ucrania directamente. Los Estados Unidos aumentan su apoyo a los rebeldes ucranianos (el que va perdiendo siempre es el bando rebelde, hasta que gana y se convierte en la resistencia), y llega hasta a bombardear a las tropas rusas desde sus bases en Italia y Polonia, de manera que Rusia bombardea estas bases, involucrando a la Unión Europea, que entra a saco con declaraciones contundentes (dudo que la Unión Europea sea capaz de entrar a saco con nada que no sean palabras y discursos), que sólo son materializadas por Estados Unidos, al que todo lo que sea una guerra lejana a su territorio no le suena tan mal.
  • El conflicto verbal, creciente, entre Japón y China por sus odios históricos (invasión de Manchuria por parte de Japón en 1931, reclamación por China de las Islas Senkaku, administradas por Japón, etc) desemboca en un incidente aislado (un mero barco comercial japones hundido accidentalmente en unas maniobras chinas, por ejemplo), que Japón no está dispuesto a dejar pasar y sigue respondiendo, con la consiguiente represalia China. ¿Podría Estados Unidos abandonar a su principal aliado en esta parte del Mundo?   
Y así, podríamos pensar en muchos más detonantes. ¿Acaso alguien pensaba en Ucrania como zona de conflicto allá por el mes de Mayo de este año?

¿Y Europa? Bueno, a nivel bélico, no existe.


Cuestión de Perspectiva

Ando de vacaciones de verano, y ya desde el primer día estuvo presente la idea de que pronto llegará el 4 de agosto y tendré que volver a la oficina. Este año hemos tenido que coger las vacaciones más pronto que otras veces, y la perspectiva de que se acabe el descanso y empiecen los madrugones para ir desde la Sierra hasta Madrid me produce cierto estrés. Y ello a pesar que Marisa me ha tratado de vender que esto es estupendo, "... porque en Agosto hay menos trabajo". La verdad es que nunca se lo he “comprado”, y menos cuando esta misma mañana ella me ha dicho que por primera vez le ha venido a la cabeza el hecho de que se acabarán las vacaciones y luego no hay más hasta el año que viene.

Pero claro, luego me acuerdo de mi padre diciendo “hay que darle gracias a Dios por tener trabajo”. ¿Alguien lo duda? Desde luego que es así.

Esto me ha hecho pensar que en todas y cada una de nuestras situaciones, hay siempre diversas maneras de ver las cosas.

En estos días de vacas abundan las imágenes de estupendos resorts con playas paradisíacas, donde de pronto aparece un casoplón que te dicen es de tal famoso o ricohombre. Y claro, se te cae la baba. Pero ¿acaso no es cierto que nosotros veraneamos en una casa en La Sierra que es nuestra y que aquí se está fenomenal? Además, en la tele también veo los informes sobre los comedores sociales de verano para evitar la desnutrición de los niños con padres en paro ¿cómo tengo siquiera la poca vergüenza de envidiar nada?

Y así pasa con todo: a mí me gustaría no trabajar y dedicarme a viajar, pero ¿y los que no tienen trabajo? Me gustaría poder comprar la casa de los sueños de Marisa, pero ¿y los que no tienen casa? Quisiera tener más capacidad decisoria en mi puesto de trabajo, pero ¿y los que están atrapados en las PYMEs que dan trabajo al 90% de los empleados en España y que, por su pequeño tamaño, no tienen posibilidad de crecer desde el puesto base donde entraron hace ya muchos años? Quisiera que mis hijos encontraran trabajo y tuvieran una carrera profesional, pero ¿y las gentes que viven en países donde ni siquiera se pueden plantear estudiar porque están en guerra?

Me acuerdo de mi amigo Mario, del colegio, que un día me reprochaba que a mí me gustaba todo lo que tenía. Bueno, la verdad es que siempre ha sido así, de una manera inconsciente, pero si lo pienso, creo que es la única manera de ser feliz (a menos que se sea feliz siendo infeliz, lo que creo es una opción tan válida como cualquier otra).

Pero este mismo planteamiento podría aplicarse al porvenir. Imaginemos que uno está a punto de perder el trabajo, porque cierra la empresa o porque no ha conseguido alcanzar los objetivos que se le habían asignado. De pronto todo se hunde. La vida que vives está en peligro y ya no piensas en las vacaciones, en comprar nada, en tu nivel en la empresa o en que tus hijos consigan su primer empleo. Todo se hunde. Es una situación que no se la deseo a nadie, porque son 24 horas al día de angustia continuada, de darle vueltas a la pelota: ¿qué he hecho mal? ¿cómo no lo vi venir? ¿qué puedo hacer?

Piensas en el puñetero queso que alguien se llevó, pero te importa un bledo la teoría que el cuentecito de marras encierra, porque todo tu bienestar y, lo que es más importante, el de tu familia, está en riesgo.

Y en esta situación, considera la posibilidad de que pase algo peor: un accidente se lleva la vida de un ser querido. ¡A la mierda el tema del trabajo! No tiene la menor importancia.

¿La moraleja? Bueno, posiblemente haya que poner todo en perspectiva y seguir luchando, sin más. Nadie te da a elegir entre perder el trabajo o perder a un familiar. Las cosas no son así, y por lo tanto no diré que si estás a punto de perder tu empleo debas de pensar “podía haber sido peor”, pero en la medida de lo posible no hay que hundirse. Porque eso no te lleva a nada.

Tampoco hay que dejarse llevar en base a agradecer lo que se tiene, sin ambicionar más. Es bueno, creo, tener aspiraciones, de todo tipo, y tratar de alcanzarlas por uno mismo. Y no hay que dejarse arrastrar por la ambición, porque nunca lo alcanzaras todo. Siempre habrá “otro pistolero más rápido que Tú” y siempre habrá un casoplón en Maldivas, o un viaje al Polo Norte, u otro puesto más alto, que quedan fuera de tu alcance.

Pero de vez en cuando conviene pararse y decir, aquí estamos, esto es lo que tenemos y lo que hemos conseguido (el plural está puesto a propósito), y agradecer el haber tenido la posibilidad de haber llegado hasta ahí, porque en Palestina, en Ucrania, en Sudán del Sur o en tantas y tantas otras partes, esas posibilidades no podrían siquiera haberse planteado.


Así que el 4 de agosto volveré al trabajo. Los madrugones me seguirán sacando de quicio y seguiré deseando que me toque la lotería, y toda esta perorata no me consolará ni mucho ni poco, porque tampoco trato de buscar un consuelo en ello.Simplemente constato que así son las cosas. Gracias a Dios.