lunes, 21 de julio de 2014

¿La Antesala del Desastre?

Pertenezco, como casi todos los que leéis esto, a una de esas generaciones que nunca ha vivido una guerra. La Guerra Civil Española nos queda cada vez más lejos, y mis padres la vivieron siendo niños, de manera que aunque la padecieron (tanto la guerra como la posguerra), por supuesto no tenían edad de combatir. En cuanto a la Segunda Guerra Mundial, pareciera que es algo que pasó en las películas. Los que combatían entonces son aliados ahora, y si entonces los países del Eje, liderados por Alemania, invadieron tantos países, entre ellos Francia, ahora el Eje Europeo es el Franco-Alemán.

Por supuesto, sabemos que hay guerras por ahí, pero se hacen lejos. La más cercana, la de los Balcanes, tampoco pasó en la Europa Occidental, así que no profanó este remanso de paz en el que hemos crecido.

Y sin embargo, como tantas veces con tantas cosas, no lo valoramos. Estamos en el mayor período de paz que haya vivido España y Europa, y nos limitamos a ver en televisión como se masacran en otros países que están fuera de este espacio de calma en el que nos hacemos, cada vez más, viejos. ¿Realmente cuando vemos qué está pasando en Palestina, en Ucrania, en algunos países africanos nos inquietamos? Es un tema de conversación para el aperitivo del sábado al que dedicamos apenas unos minutos.

No soy de los de "No Más Guerras", porque concibo la posibilidad de que la guerra sea necesaria. Por muy fuerte que suene, pienso que hay circunstancias en que es necesario responder a una agresión, igual que en la vida misma. Si alguien te ataca o ataca a tu familia ¿no te defenderás? Y si alguién hace daño a un miembro de tu familia ¿no considerarás la posibilidad de la venganza directa? Yo no puedo decir que no.

Pero me desvío. Lo que quiero exponer es mi tesis de que vivimos al borde del abismo. Cada día aplicamos nuestra rutina: vamos a trabajar, llegamos a casa, hacemos la compra, compartimos un rato fugaz con los nuestros y así hasta el día siguiente, en que hacemos poco más o menos lo mismo, a la espera del fin de semana. Y sin embargo, todo podría saltar por los aires.

En la actualidad hay tres países que podrían participar/desencadenar la Tercera Guerra Mundial: Estados Unidos, China y Rusia. Los dos primeros en su afán por disputarse la primacía mundial mueven sus piezas, y un día sabemos que tienen una guerra informática soterrada y otro que unos apoyan a Corea del Sur y otros a Corea del Norte cuando salta una chispa. Respecto al tercero, Rusia, es como un sujeto armado y peligroso, que aplica la misma línea de pensamiento de Hitler a la hora de "defender" a sus conciudadanos en un país extranjero como es Ucrania, pero que en realidad se mueve por el ansía de recuperar el papel preponderante en el Mundo que perdió con la descomposición de la Unión Sovética y el ascenso de China (todo ello aderezado por las ambiciones personales y de perduración histórica de su líder, al que considero igual que esos villanos que Hollywood nos pinta en sus películas patrióticas).

Junto a estos tres actores principales, hay secundarios que podrían poner la leña para iniciar el fuego: las dos Coreas, los regímenes populistas latinoamericanos, el eterno problema palestino-israelí, las fricciones ocasionales entre India y Pakistán (ambos con armas atómicas),el crecimiento del Yihadismo.

¿Qué ocasiona una guerra a gran escala? Habitualmente se ha tratado de una cadena de sucesos-respuestas, aplicando la teoría de la represalía o la de evitación de un mal mayor. En el caso de la Primera Guerra Mundial, el asesinato del heredero del imperio Austro-Hungaro fue el desencadenante, y en el caso de la Segunda Guerra Mundial, la invasión de Polonia fue lo que activó las primeras declaraciones de guerra.

Pero detrás de estas cuestiones puntuales, hay siempre algo más etéreo. En las dos Guerras Mundiales este "algo más" fue el expansionismo germánico (aderezado por el nipón en el Lejano Oriente, con el ansía de "pintar algo en el Mundo" al que aspiraba el Fascismo Italiano, como pura comparsa, en el caso de la última Gran Guerra).

Ahora, en la situación actual, estamos en un escenario al que yo le veo ciertas similitudes: la pérdida de la primacia Mundial por parte de Estados Unidos es difícilmente renunciable. China no tiene pinta de pararse en el camino y si lo hace puede ser peor (el conflicto es siempre una buena excusa para buscar una explicación a esta parada), y Rusia es un país imperialista que no se va a resignar a ser un tercerón, y más en manos de un tipo como Putin, que debe considerar que "Rusia soy Yo" y que, estoy seguro, quiere dejar su huella en la historia.

A los que al llegar a este punto pensáis que exagero, os voy a describir tres escenarios "pausibles" (y podría haber muchos más):
  • Los frecuentes roces entre Corea del Norte y del Sur, un día desembocan en que Corea del Norte lanza uno de esos misiles que suele probar, mientras su pueblo se muere de hambre, sobre una ciudad Surcoreana. Los Estados Unidos apoyan a Corea del Sur, que responde con otro pepinazo, de manera que China y Rusia empiezan a abastecer de más armas a los Norcoreanos, y así se lía poco a poco, primero dejando a las dos Coreas masacrarse entre sí, y luego con una intervención cada vez más directa de los grandes países.
  • Rusia decide quitarse la careta e invade Ucrania directamente. Los Estados Unidos aumentan su apoyo a los rebeldes ucranianos (el que va perdiendo siempre es el bando rebelde, hasta que gana y se convierte en la resistencia), y llega hasta a bombardear a las tropas rusas desde sus bases en Italia y Polonia, de manera que Rusia bombardea estas bases, involucrando a la Unión Europea, que entra a saco con declaraciones contundentes (dudo que la Unión Europea sea capaz de entrar a saco con nada que no sean palabras y discursos), que sólo son materializadas por Estados Unidos, al que todo lo que sea una guerra lejana a su territorio no le suena tan mal.
  • El conflicto verbal, creciente, entre Japón y China por sus odios históricos (invasión de Manchuria por parte de Japón en 1931, reclamación por China de las Islas Senkaku, administradas por Japón, etc) desemboca en un incidente aislado (un mero barco comercial japones hundido accidentalmente en unas maniobras chinas, por ejemplo), que Japón no está dispuesto a dejar pasar y sigue respondiendo, con la consiguiente represalia China. ¿Podría Estados Unidos abandonar a su principal aliado en esta parte del Mundo?   
Y así, podríamos pensar en muchos más detonantes. ¿Acaso alguien pensaba en Ucrania como zona de conflicto allá por el mes de Mayo de este año?

¿Y Europa? Bueno, a nivel bélico, no existe.


Cuestión de Perspectiva

Ando de vacaciones de verano, y ya desde el primer día estuvo presente la idea de que pronto llegará el 4 de agosto y tendré que volver a la oficina. Este año hemos tenido que coger las vacaciones más pronto que otras veces, y la perspectiva de que se acabe el descanso y empiecen los madrugones para ir desde la Sierra hasta Madrid me produce cierto estrés. Y ello a pesar que Marisa me ha tratado de vender que esto es estupendo, "... porque en Agosto hay menos trabajo". La verdad es que nunca se lo he “comprado”, y menos cuando esta misma mañana ella me ha dicho que por primera vez le ha venido a la cabeza el hecho de que se acabarán las vacaciones y luego no hay más hasta el año que viene.

Pero claro, luego me acuerdo de mi padre diciendo “hay que darle gracias a Dios por tener trabajo”. ¿Alguien lo duda? Desde luego que es así.

Esto me ha hecho pensar que en todas y cada una de nuestras situaciones, hay siempre diversas maneras de ver las cosas.

En estos días de vacas abundan las imágenes de estupendos resorts con playas paradisíacas, donde de pronto aparece un casoplón que te dicen es de tal famoso o ricohombre. Y claro, se te cae la baba. Pero ¿acaso no es cierto que nosotros veraneamos en una casa en La Sierra que es nuestra y que aquí se está fenomenal? Además, en la tele también veo los informes sobre los comedores sociales de verano para evitar la desnutrición de los niños con padres en paro ¿cómo tengo siquiera la poca vergüenza de envidiar nada?

Y así pasa con todo: a mí me gustaría no trabajar y dedicarme a viajar, pero ¿y los que no tienen trabajo? Me gustaría poder comprar la casa de los sueños de Marisa, pero ¿y los que no tienen casa? Quisiera tener más capacidad decisoria en mi puesto de trabajo, pero ¿y los que están atrapados en las PYMEs que dan trabajo al 90% de los empleados en España y que, por su pequeño tamaño, no tienen posibilidad de crecer desde el puesto base donde entraron hace ya muchos años? Quisiera que mis hijos encontraran trabajo y tuvieran una carrera profesional, pero ¿y las gentes que viven en países donde ni siquiera se pueden plantear estudiar porque están en guerra?

Me acuerdo de mi amigo Mario, del colegio, que un día me reprochaba que a mí me gustaba todo lo que tenía. Bueno, la verdad es que siempre ha sido así, de una manera inconsciente, pero si lo pienso, creo que es la única manera de ser feliz (a menos que se sea feliz siendo infeliz, lo que creo es una opción tan válida como cualquier otra).

Pero este mismo planteamiento podría aplicarse al porvenir. Imaginemos que uno está a punto de perder el trabajo, porque cierra la empresa o porque no ha conseguido alcanzar los objetivos que se le habían asignado. De pronto todo se hunde. La vida que vives está en peligro y ya no piensas en las vacaciones, en comprar nada, en tu nivel en la empresa o en que tus hijos consigan su primer empleo. Todo se hunde. Es una situación que no se la deseo a nadie, porque son 24 horas al día de angustia continuada, de darle vueltas a la pelota: ¿qué he hecho mal? ¿cómo no lo vi venir? ¿qué puedo hacer?

Piensas en el puñetero queso que alguien se llevó, pero te importa un bledo la teoría que el cuentecito de marras encierra, porque todo tu bienestar y, lo que es más importante, el de tu familia, está en riesgo.

Y en esta situación, considera la posibilidad de que pase algo peor: un accidente se lleva la vida de un ser querido. ¡A la mierda el tema del trabajo! No tiene la menor importancia.

¿La moraleja? Bueno, posiblemente haya que poner todo en perspectiva y seguir luchando, sin más. Nadie te da a elegir entre perder el trabajo o perder a un familiar. Las cosas no son así, y por lo tanto no diré que si estás a punto de perder tu empleo debas de pensar “podía haber sido peor”, pero en la medida de lo posible no hay que hundirse. Porque eso no te lleva a nada.

Tampoco hay que dejarse llevar en base a agradecer lo que se tiene, sin ambicionar más. Es bueno, creo, tener aspiraciones, de todo tipo, y tratar de alcanzarlas por uno mismo. Y no hay que dejarse arrastrar por la ambición, porque nunca lo alcanzaras todo. Siempre habrá “otro pistolero más rápido que Tú” y siempre habrá un casoplón en Maldivas, o un viaje al Polo Norte, u otro puesto más alto, que quedan fuera de tu alcance.

Pero de vez en cuando conviene pararse y decir, aquí estamos, esto es lo que tenemos y lo que hemos conseguido (el plural está puesto a propósito), y agradecer el haber tenido la posibilidad de haber llegado hasta ahí, porque en Palestina, en Ucrania, en Sudán del Sur o en tantas y tantas otras partes, esas posibilidades no podrían siquiera haberse planteado.


Así que el 4 de agosto volveré al trabajo. Los madrugones me seguirán sacando de quicio y seguiré deseando que me toque la lotería, y toda esta perorata no me consolará ni mucho ni poco, porque tampoco trato de buscar un consuelo en ello.Simplemente constato que así son las cosas. Gracias a Dios.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Las Capas de la Cebolla

No pretendo dar recetas acerca de cómo triunfar, cómo ser feliz o cómo adelgazar. De hecho, tildo de "nuevos charlatanes" a la pléyade de "expertos" que surjen como setas y que dan clases de "coaching", "mentoring" y otras vainas por el estilo. Yo no creo en ello.

Y a pesar de esto voy a sentar cátedra sobre la manera en que conseguimos llegar a no ser felices.

Vaya por delante que es un pensamiento ligero, y no fruto de un elaborado proceso mental.

Simplemente estaba esperando a mi hija Estíbaliz para llevarla a casa y, mientras la esperaba, salió una persona cojeando de la empresa Ogilvy, una Agencia de Publicidad y Relaciones Públicas, donde ella estaría loca por trabajar. Entonces pensé aquello de "¡qué suerte tiene!", pero, claro, luego también pensé en su cojera, y eso me llevó a un pensamiento algo tonto: la jerarquía de la importancia de las cosas que te hacen ser feliz.

Esta es mi jerarquía:

  1. Que todos los tuyos estén bien.
  2. Que uno mismo esté bien de salud.
  3. Que no haya amenazas inminentes de que la salud de ninguno de tus seres queridos, o de mi mismo, corra riesgo.
  4. Estar con los que quieres.
  5. Que todos, los tuyos y yo mismo, tengamos nuestras necesidades cubiertas.
  6. Que no haya amenazas inminentes sobre la base de nuestro sustento económico.
  7. Que haya armonia en la familia, sin disputas (más allá de las comunes) ni tensiones.
Y a partir de aquí, lo demás es "de regalo". Lo de arriba son las necesidades "básicas", y ésa es la cuestión, que teniéndolas cubiertas, muchas veces nos empeñamos en no valorarlo suficientemente, y pedimos más. Y ese más que pedimos incluye cuestiones como:

  1. Estar a gusto en el trabajo.
  2. Tener expectativas de futuro, para tí y los tuyos.
  3. Podernos dar algunos lujos de vez en cuando.
  4. Que no se vuelvan a romper los cajones de la habitación de Héctor, que ya hemos arreglado mil veces.
  5. Otros miles de etcéteras tan tontos como el del punto anterior.
Pues bien, la cuestión es que nos empeñamos en no estar felices a menos que los puntos básicos Y los puntos de regalo estén todos a nuestro gusto y, claro, eso es realmente difícil.

En la película "Mientras Dormías" el protagonista (Peter Gallagher) habla con su padre al desayunar juntos, y el padre, que se siente feliz, dice algo así como "qué raros son los momentos en que todo parece estar en orden y podemos disfrutar", a lo que el hijo responde "Si. Éste no es ese de unos momentos, Papá" y a continuación le comunica su intención de no seguir con el negocio familiar (uno de los miles de puntos de regalo que podría haber estado en mi lista).

Defiendo que para ser feliz hay que tener cierta capacidad para serlo. Es más, también defiendo (y en esto seguro que no todos están de acuerdo) que hay gente que es feliz no siéndolo, es decir, quejándose todo el rato y minusvalorando lo que tienen para centrar toda la atención en loq ue, a su juicio, les falta.

Yo siempre he tenido una gran capacidad para ser feliz. Recuerdo que un día en el colegio (posiblemente con 15 ó 16 años), mi amigo Mario me espetó "Jóder, a tí es que te gusta todo lo que tienes" y yo, que me quedé un poco sorprendido porque lo decía como un reproche, sólo pude contestar "Pues sí, la verdad es que sí".

No es que haya perdido esta capacidad (¿o quizás debería decir cualidad?), pero las cosas se van enrredando y en el día a día lo que tienes en la cabeza son las cosas menores: el que Estíbaliz busca trabajo, que me van a poner un implante dental que cuesta un huevo, que los puñeteros cajones de Héctor se han vuelto a romper, y qué se yo. Por eso, en un momento dado, como este mismo en que me pongo a escribir, conviene pararse un poco y pensar "¿pero por qué me quejo?"

Mira que hay veces que Marisa y yo nos hemos dicho el uno al otro "somos muy afortunados", y vaya si lo somos. Hemos pelado las peores capas de la cebolla y lo hemos hecho juntos. Ahora sólo queda cortarla y comérnosla, y no importa si las capas de dentro, las menos malas, nos hacen llorar los ojos, porque esas lágrimas no son de pena, sino cosas naturales, cosas que pasan, así que te las secas, echas la cebolla a la ensalada, y a cenar.

A veces pienso que no merece la pena seguir comprando el Cuponazo. A mí ya me tocó la gran lotería, así que posiblemente ya no merezca más. 

domingo, 29 de septiembre de 2013

La Decisión del COI. Falsedades por Todas Partes

Ya han pasado unas semanas desde que el COI decidiera adjudicar los Juegos Olímpicos del año 2020 a Tokio, en detrimento de Madrid y de Estambul. Ya no es actualidad, y sin embargo he decidido escribir sobre ello ahora porque a mí todavía me pica. Y mucho.

Considero que entorno a esta decisión se han producido una serie de falsedades, mentiras y miserias. Posiblemente en buena parte porque yo, personalmente, estaba entusiasmado con la posibilidad de que mi ciudad albergara unos Juegos Olímpicos, de manera que, aunque ponga cierto esfuerzo (no mucho) en tratar de ser objetivo, no logro serlo, y caigo en lo que queda después de ello: el resquemor.

Por ir al grano, a continuación resumo los "puntos negros" que veo asociados a todo este proceso:

  1. El COI "amonestó" a Tokio por incluir en su dossier de candidatura la mención a que tenían pasta por un tubo, aduciendo que este tema no debía mencionarse al ser ajeno al espíritu olímpico. Sin embargo ¿quién negara que éste ha sido el principal elemento que ha inclinado la balanza a favor de la ciudad japonesa?
  2. Madrid fue muy bien evaluada tanto en su dossier de candidatura, como en la visita de los representantes del COI a las tres ciudades candidatas, y en las presentaciones hechas tanto en San Petersburgo el 30 de mayo de 2013 como en el propio Buenos Aires antes de la votación final del COI. ¿Para qué valió tanta buena evaluación?
  3. Si, como se ha dicho a posteriori, los problemas de Madrid 2020 estaban relacionadas con las cuestiones de la crisis económica y del dopaje, ¿es que nadie lo sabía? ¿los miembros del COI nunca dieron comentarios al respecto en las famosas evaluaciones previas? De poco hubiera servido, porque no son problemas que se puedan arreglar en el transcurso de la fase de candidatura, pero no me parece serio decirlo como justificación de los votos emitidos.
  4. Tokio albergó los Juegos Olímpicos de 1964. Entre 1964 y 2020 van 56 años. Quiere ello decir que un ciudadano Tokiota que tuviera más de 10 años (permítaseme la licencia de considerar, arbitrariamente, esa edad como la mínima a partir de la cual un niño puede emocionarse al ver un evento de este tipo en directo en su ciudad) en el 64, y que esté vivo en el 2020, va a poder disfrutar de dos eventos olímpicos en su urbe. Un Tokiota 2 - un madrileño 0. ¿por qué no se considera esto como un factor a la hora de decidir, tratando de "repartir juego" entre los ciudadanos del mundo?
  5. Madrid 2020 tenía como principal enfoque el ser los "Juegos de la Austeridad" y solicitaba el voto enfatizando que de este manera el COI ayudaría a la sociedad española en su economía, y a la juventud del país, al darle un aliciente en tiempos en que se han pasado por momentos en que la moral está baja. ¿por donde se han pasado los miembros del COI estos argumentos?
  6. Se ha dicho que los representantes de países europeos, principalmente franceses, italianos y alemanes (incluyendo sus "satélites") votaron en contra de Madrid para que así un país europeo (por supuesto, cada uno pensando en el suyo propio) tenga más probabilidades para ganar los Juegos de 2024. Si esto fuera así ¿han entendido estos señores alguna vez esto que nos han vendido y que llaman "espíritu olímpico", "juego límpio" y "que gane el mejor"?
  7. Y, por último (y, como excepción, no en referencia a los miembros del COI, como todos los puntos anteriores), el diario El Mundo publicó 3 días antes de la votación final que "50 de los 98 miembros del COI han prometido votar a Madrid", aclarando luego que "la candidatura española tendría al menos 40 votos en la primera vuelta" y que "de las 50 adhesiones, habría que contar con un 20% de deserciones". Los votos de Madrid en la primera vuelta fueron 26. ¿cómo se pueden publicar estas cosas alegremente? ¿alguien ha oido a algún representante de El Mundo disculparse? Por mi parte, desde luego, después de ésta, me planteo si todas las revelaciones que hace este diario sobre los temas más candentes en cada momento tienen la misma fiabilidad.
En resumen, jodido aún tres semanas después de nefasto 7 de septiembre, concluyo lo siguiente:

  1. A los miembros del COI les importa un higo las virtudes de las ciudades candidatas, y lo que realmente les guía es quien pone más pasta encima de la mesa, y sus propios miserables intereses para barrer para casa. Por ello, las ciudades olímpicas repiten, o bien se eligen al albor de los equilibrios políticos del momento (léase Pekin o Río de janeiro por ser economias emergentes, o la misma Barcelona por estar Juan Antonio Samaranch en el machito en aquel tiempo). Si hay alguien que va en contra del espíritu que visionó el baron de Coubertin, esos son los miembros del COI.
  2. No creo que vea unos Juegos Olímpicos en Madrid en mi vida. No somos una economía con la suficiente importancia en el mundo, y a menos que pongamos a otro españolito en la presidencia del máximo organismo olímpico, serán Londres, París, Berlin, o ciudades americanas, rusas, chinas o japonesas, junto con las de algún país que de pronto destaque económicamente, las que se perpetuarán en las distintas elecciones que se vayan celebrando.
Quisiera poder decir "pues que les den y a otra cosa", pero lo cierto es que no puedo aparentar que no me importa. Si que me importa, y me parece injusto, arbitrario y profundamente inmoral.   

domingo, 4 de agosto de 2013

El Dilema

En los días laborables leo el Diario Expansión, por estar informado de cómo le va a empresas con cuyos representantes medioambientales puede ser que entre en contacto, o por identificar nuevas oportunidades de negocio para mi empresa.

Cada día leo los titulares de El Mundo en internet, y ocasionalmente los de El País.

Cuando no es verano, me gusta escuchar el programa "La Brújula", de OndaCero, y su tertulia económica y política.

Prefiero los telediarios de TVE-1, aunque de vez en cuando veo los de TeleMadrid y los de La Sexta, que empiezan antes.

Y con estas herramientas, me formo mi opinión.

En el momento actual, me planteo un dilema respecto a la situación de España: por una parte está la cuestión ética relacionada con los temas de corrupción, y por otro lado está la evolución de la situación política y, sobre todo, la económica.

Mi dilema consiste en que creo que se están haciendo cosas desde el Gobierno que, aparentemente, van en la buena dirección, al tiempo que sobre el mismo Gobierno planea una larga sombra de actuaciones moralmente reprobables (aunque, como en todos los casos sin excepción -desde el caso Urdangarín hasta los EREs de Andalucía- creo que hay que esperar hasta que haya una sentencia firme, en vez de someter al encausado, el que sea, al juicio popular), de manera que lo que me pregunto es: ¿debería dimitir el Gobierno y convocar nuevas elecciones generales?

Lo cierto es que en otras condiciones probablemente me respondería que sí, porque la mera sospecha de corrupción daña al país, y ya se sabe que, como la mujer del César, no sólo se debe ser honesto, sino también parecerlo. Pero es que justamente ahora, entiendo que hay que pensar muy bien cualquier paso que se dé. En otras palabras, si realmente hubiera ahora unas elecciones generales, ¿qué podría pasar?

Las respuestas son dos: podría ganar otra vez el PP por mayoría absoluta (supongo que, en este escenario, tendría que ser con un nuevo líder) y seguir la política que se está haciendo actualmente (¿hasta qué punto esta política depende el partido o del líder del mismo?), o podría no hacerlo, en cuyo caso, probablemente volvería el PSOE al poder, seguramente con el apoyo de IU y/o de UPyD.

Esta segunda posibilidad me parece, cuanto menos, impregnada de incertidumbre, porque de materializarse, ¿qué haría el nuevo Gobierno? ¿volvería a la política "social" consistente en gastarse el dinero que no tiene, negando la crisis, y abocándonos a más años de zozobra?. De hecho ¿cuál sería la política del PSOE, encima escorado a la izquierda por los apoyos que necesitaría? Si les entiendo bien, de momento lo que harían sería subir los impuestos (¡¿aun más?!), haciendo hincapié en subírselos a las clases más adineradas (léase las grandes empresas), quienes no estarían muy felices de invertir en España, justo en el momento en que lo que necesitamos es eso: inversión.

Como gato escaldado, veo con recelo la posibilidad de que el esfuerzo que ya se ha hecho se tire por la borda, en pos de grandes lemas y una, para mí, clara escasez de ideas de Estado. Creo que está bien que el PSOE gobierne cuando la situación es buena, porque la alternancia es sana y sus conceptos "buenistas" contrapesan el concepto del PP de que el único motor de avance es el empresariado, olvidándose de los trabajadores. Pero dudo que el Partido Socialista sepa manejarse en situaciones de crisis que exigen pedir a todos (y no sólo a las grandes fortunas) esfuerzos dolorosos.

Por lo tanto, desde un punto de vista práctico, creo que es mejor que el PP siga gobernando hasta que estemos en una situación más desahogada. Sé que habrá quién diga, "desahogada ¿para quién?, ¿para los grandes empresarios?, porque los empleados de esas empresas y las PYMES las están pasando canutas". Hace poco en un reportaje de La Sexta venían a decir que los mileuristas son personajes del pasado, porque ahora lo que abundan son los sueldos de 600 o 700 euros (y el FMI dándole que te pego, pidiendo rebajas en los salarios...desde sus poltronas).

Pero lo cierto es que ya no estamos amenazados por el rescate europeo, que la prima de riesgo ronda los 300 puntos básicos, en vez de los 600, y que el PIB marca una buena tendencia que, según los mismos observadores nacionales e internacionales que auguraban unos números catastróficos para cualquiera que fuera el horizonte temporal considerado, ahora parece que en pocos trimestres abandonará los dígitos rojos.

Por supuesto que esto no ha hecho al PP los más populares (valga la redundancia), pero es que cuando se les votó hace 2 años era para que nos sacaran del agujero haciendo los esfuerzos que fueran necesarios, y esto es lo que se viene haciendo. ¿O es que alguien pensaba que se podía salir de la crisis sin sacrificar parte del estado de bienestar?

Moraleja: creo que, bien que mal y con los matices y casos particulares que se quieran poner (y que de antemano acepto), la política económica que se ha venido haciendo era la que había que hacer, y es más, creo que es la que se debe seguir haciendo, porque la alternativa era un agujero negro lleno de eslóganes vacíos y de realidades de pobreza. Por ello, la posibilidad de cambiar ahora de política me parece un error y, en consecuencia, no creo que sea buena idea convocar elecciones generales.

Como sí me parece que desde el punto de vista ético (creo que esto que se dice de que en otros países ya se habrían producido dimisiones, es cierto), sí debería haber elecciones generales, tengo este dilema.

¿Y la solución? pues para mí debería estar en la Oposición. Si los partidos de la Oposición me dieran una mínima fiabilidad, diría, adelante. Pero no es el caso, y las últimas encuestas parecen apoyar esta opinión (¿hasta donde podrá caer el PSOE antes de ofrecer una alternativa en que se pueda confiar?), con lo que me quedo en mi dilema, sin resolver.

Es lo que tienen los dilemas. Si hubiera una solución clara, dejarían de serlo.          

miércoles, 3 de julio de 2013

El Liderazgo

Lo que me ha motivado a escribir este blog ha sido un artículo que leí hace unas semanas en el periódico Expansión. Era una entrevista con Pilar Aurrecoechea, Directora General de Mastercard Iberia, en la que se ponía en boca de la Directiva un discurso de somos un equipo (ra, ra, ra), delego un montón, etc, etc, para a continuación, en apenas la misma línea del reportaje, decir (refiriendose a su personal) "Han de traer sus resultados al 150%. Soy exigente conmigo misma y a ellos les exijo lo mismo".

Al leerlo, incluso de corrido, me rechinó, y luego pensándolo detenidamente llegue a una conclusión muy pensada: ¡menuda gilipollez!

En primer lugar, si se van a exigir que los resultados se cumplan al 150% ¿por qué no fijar esos números correspondientes al 150% como el objetivo a cumplir? Si le dices a alguien "tienes que comercializar 1.000 tarjetas" y cuando vuelve con las 1.000 tarjetas le dices que no ha cumplido satisfactoriamente, porque se esperaban 1.500 tarjetas ¿qué mensaje estás dando? Pues, esencialmente, que nunca será suficiente, que el objetivo real es distinto a lo que has dicho y que hoy será el 150% y mañana, cuando tengas las 1.500 tarjetas, de pronto te dirán que no, que mejor 1.600 y que sigues sin cumplir. ¿es tan difícil establecer un objetivo y mantenerlo como un valor de referencia claro y transparente?

Y luego lo de la exigencia propia y ajena. Eso es un puro camelo. No es así, y por mucho que esta señora vaya de buenísima, no cuela. Si ella mete la pata y se dice a sí misma "soy una inutil" ¿es eso comparable a que alguien de su equipo meta la pata y su jefa le suelte "eres un/a inútil"? Me mondo (por no decir una grosería) con los exigentes. Los que así se autodenominan son los que creen que sólo ellos tienen la razón y que si ellos no hacen tal cosa, nunca saldrá bien. Son los que siempre tienen en mente el por qué algo no les ha salido bien, pero también los que no están dispuestos a siquiera escuchar las razones que otros les cuentan de por qué algo ha salido mal. "Excusas", piensan en su interior.

Recuerdo un partido de baloncesto juvenil. Mi hermano Ricardo era el entrenador de uno de los equipos y mientras él se mantenía tranquilo y solo alzaba la voz para aplaudir una jugada o para corregir con frases como "venga, muy bien, pero no vuelvas a hacer eso", el entrenador del otro equipo era un basilisco, vaya, un exigente. No recuerdo quien ganó aquel partido, pero sí recuerdo que al final los del equipo contrario se fueron cada uno por su lado, y yo me fuí con todos los del equipo de mi hermano a tomar un aperitivo.

No digo con esto que no se deba alzar la voz de vez en cuando y pedir resultados, o tomar medidas claras que, a veces incluso, sean dramáticas (como despedir a alguien), pero sé que la exigencia continua, desde el altar en que algunos se sitúan, sólo lleva al nerviosismo y a lo contrario de lo que yo entiendo como "crear equipo".

Hace poco me contaron el caso de un jerifalte de una gran multinacional que tenía la costumbre de, ocasionalmente, hacer un viaje para visitar a algún directivo de una de sus delegaciones. Cuando le recogían en el aeropuerto, el directivo, que ya debía ir acojonado, empezaba a comentar sobre los resultados de la última campaña, etc, etc, y entonces el gran jefe le cortaba y le decía: "no he hecho tantísimos kilómetros para hablar sobre los resultados de la última campaña, eso ya lo hablamos en las videoconferencias periódicas que tenemos. He volado hasta aquí para pasar un rato contigo y para que hablemos de otras cosas de las que no hablamos frecuentemente, cuéntame, qué tal tu familia..." Eso es un líder.

Leí otra entrevista a otra ejecutiva española un par de días después de la de la Directora General de Mastercard, en el mismo diario. Entrevistaban a Marieta del Rivero, Responsable de Marketing Mundial del Grupo Telefónica. En ésta me llamó la atención dos cosas: una, que se decía de ella que "iba sembrando buen rollo", y otra, que conseguía que la gente que trabajaba para ella fuera ascendiendo. El título del artículo era "Marieta del Rivero hace que las cosas pasen". Es decir, con este buen rollo y tratando a su gente como a colaboradores de verdad, dándoles responsabilidad y confianza, ¡consigue resultados! La Señora del Rivero es una líder de verdad.

El problema de este esquema de funcionamiento es que todo el mundo lo tiene muy claro, pero creo que son relativamente pocos los que consiguen aplicarlo. Los "gurús" (el entrecomillado señala mi intención sarcástica) del coaching, el teaming y demás "ing" postmodernista y granbuenísimo, nos agotan insistiendo en que hay que aplicar la empatía, hacer equipo, emplear tiempo en compartirlo con los colaboladores, etc, etc. Yo tuve un profesor de "esto" en mi reciente MBA y todas las clases iban de predicar el compañerismo jefe-empleado, el juicio justo, y demás. Hasta que en uno de los debates de la clase se me ocurrió llevarle la contraria en no me acuerdo qué. Saqué un mísero aprobado, y eso que había sido de los más participativos en sus clases (lo que constituía, en teoría, el 75% de la nota final). Moraleja, este "profesor" no buscaba el debate enriquecedor, sino "su" debate prefijado. Profeta de buen manager y realidad de dictador de ideas.

Hablando de "gurús", creo que el paradigma de líder es uno que está a punto de morir: Nelson Mandela. Mi admiración por él es infinita. Creo que es un líder mundial a nivel histórico, sólo comparable con otros pocos como Gandhi, por ejemplo. En ambos casos el liderazgo estaba basado en el convencimiento propio y en la suma voluntaria de los demás. Sin estridencias. Sólo con el ejemplo personal.

En una cena de navidad recibí un halago que, como dicen los americanos "me hizo el día": un antiguo empleado de mi departamento me dijo algo así como "tengo un jefe estupendo, es como tú, cuando meto la pata en vez de montarme un número, me lo hace ver con mucha calma y me dice, pero no pasa nada, vamos a arreglarlo".  No soy un ejemplo de nada, pero tengo claro que prefiero ser el entrenador que aplaude y se va a tomar el aperitivo con "sus" chicos antes que el ganador iracundo que no llega ni a despedirse de sus subalternos cuando se acaba el partido.


domingo, 9 de junio de 2013

Mis Libros

Ahora que se acerca el verano, que ya está casi aquí, voy a cambiar el chip. En vez de hablar tanto de política o de economía, voy a contaros cuales han sido mis libros favoritos.

Creo que el primer libro que realmente me atrapó fue "Cien Años de Soledad", de Gabriel García Márquez. Antes había leído cosas interesantes, probablemente influenciado por mi hermano José, autentico devorador de ciencia ficción, como la trilogía de "Fundación", "Fundación e Imperio" y "Segunda Fundación", de Isaac Asimov. Muy ameno y con mensaje, como es típico de Asimov, pero los "Cien Años" fue otra cosa: por primera vez me metí dentro de la novela, y me sumergía en el ámbiente sórdido y tropical de Macondo, de manera que recuerdo que tenía auténtica ansia de llegar a casa para seguir leyendo.

Luego, seguí con otros de García Márquez, como "El Coronel no tiene quien le Escriba", "La Hojarasca" ó "El Otoño del Patriarca", y ello me llevó al fantástico mundo del Realismo Mágico. Me apasiona, y os recomiendo, Mario Vargar Llosa, y en particular "Pantaleón y las Visitadoras", "La Guerra del Fin del Mundo" ó "La Ciudad y los Perros", y también la que posiblemente es la obra cumbre de este Realismo Mágico: el "Pedro Páramo", de Juan Rulfo. En esta misma línea, Isabel Allende simplemente te absorbe con sus novelas. "La casa de los Espíritus" es sublime, y "La Ciudad de las Bestias" está bien.

Pero no todo es literatura latinoamericana. Pearl. S. Buck fue un puente, con sus obras ambientadas en China: "Viento del Este, Viento del Oeste" ó "La Madre", y otras que suceden fuera de China, como "Otros Dioses".

Una vez en esta carrera, dí saltos que me llevaron a obras tan "fuertes" como "Las Uvas de las Ira", de John Steinbeck, ó "Santuario" de William Faulkner. La primera, sobre todo, es tremenda. ¡Qué calor llegué a pasar en pleno invierno al leer el éxodo de una familia de granjeros americanos, arruinados en plena recesión tras el crack del 29, deambulando por los caminos polvorientos del tórrido verano sureño, desde Oklahoma hasta California.

Y claro, ya en esa dinámica, uno se va complicando y llega hasta lo más ...complicado: la literatura alemana. Pudé con "La Montaña Mágica", de Thomas Mann, y la considero una obra maestra, y me parecen simplemente sensacionales varias obras de Hemann Hesse, como "Demian", "Siddhartha" ó "El Lobo Solitario", pero confieso que me superó "El Tambor de Hojalata", de Günter Grass. No sólo es un ladrillo intragable, sino que es infantiloide y desesperante. Sólo equiparable con "La Divina Comedia", de Dante Alighieri, con la que me atreví, y con la que fracasé. Demasiado para mí. En fin, que todavía tengo por ahí el famoso Tambor, que por cierto un día de éstos debería devolver a mi hermana María.

Total, que necesitaba aire, es decir, algo más llevadero, y acudí a obras ligeras, pero interesantes, como las de Matilde Asensi, con "El Último Catón" ó "Iacobus", las de Ken Follet, con la maravillosa "Los Pilares de la Tierra" y "Un Mundo sin Fín", ó las de Dan Brown, con "El Código Da Vinci" y "Ángeles y Demonios".

Enganchado en esta línea de best sellers, "La Catedral del Mar", de Ildefonso Falcones, "La Sombra del Viento", de Carlos Ruiz Zafón, la trilogía de Millenium, de Stieg Larsson ó "El Tiempo entre Costuras", de María Dueñas, sirven para pasar ratos entretenidos.

Más de actualidad, os recomiendo a dos autoras que ambientan sus obras en nuestras antípodas: Kate Morton, con su notable "El Jardín Olvidado", y Sara Lark, con su trilogía genial de "En el País de la Nube Blanca", "La Canción de los Maoríes" y "El Grito de la Tierra", que seá el próximo que lea, cuando acabe el segundo de la saga.

No son muchos libros preferidos para un período de aproximadamente 30 años, pero es que entre medio he leído algunas cosillas de ese hobby que tengo, la historia española, pero eso es otra idem.

Y para terminar, algunos otros libros que me han gustado y recomiendo, y otros que me han decepcionado, y que también consigno para no recomendarlos:

Entre los recomendables, sin duda, "El Principito, de Antoine Saint-Exupéry, "La Sonrisa Etrusca", de José Luis Sampedro, "Mazurca para dos Muertos", del impresentable Camilo José Cela, "Los Hijos de la Luz", de César Vidal, y el "Confieso que he Vivido", que sin ser novela me ha atrapado al menos dos veces. Incluso un libro de viajes: "El Gran Bazar del Ferrocarril", de Paul Theroux, y algún Shakespeare que, para los que no lo hayáis probado, entra muy fácilmente.

Entre los que he llegado a detestar destacan "Wilt" de Tom Sharpe (que precisamente murió esta semana, aunque no habrá sido por escribir tal bodrio), "El Túnel", de Ernesto Sábato, y mención epsecial para "La canción de Dorotea", de Rosa Regas. ¿Pero como le pudieron dar el premio Planeta a tal ladrillo?.

Y para finalizar dos cositas:

Primero que conste que el objetivo de este blog no es presumir de nada, sino saros de pensar aquello de "pues a mí el que más me ha gustado es ..." Como lo de poner comentarios en el blog es harto dificil, os invito a que me enviéis emails y en el próximo post hago una addenda con ello (a ver si "me mudo" a una web en que sea fácil dar comentarios...)

Y segundo, ya que esto va de libros, me permito incluir una dedicatoria: éste va por mi madre, que sé que me estará leyendo.