miércoles, 14 de noviembre de 2012

A contracorriente. Los deshaucios

En estos días en que parece haber un consenso sobre el tema de los deshaucios, no querría yo ser la nota discordante, pero no puedo resistirme a puntualizar lo que se viene convirtiendo en una verdad social, en el credo políticamente correcto contra el cual cualquier mínima disensión es blasfemia.

Esta verdad tan aceptada es que los bancos son los culpables del tema de los deshaucios. ¿Estoy en desacuerdo con ello? Pues no, la verdad es que no. Son claramente los culpables. Ahora bien, mi punto (mi "blasfemia") es que no son los únicos culpables.

Veo en la televisión a las familias deshauciadas, a personas mayores que pierden sus casas, a niños que salen a la calle agarrados a un viejo muñeco, asustados, y ¿como no sentir solidaridad con ellos? Y no solo solidaridad. Yo me sumo al clamor de que se busque una solución, que se de a esas personas una salida, que se les ayude. ¿Hay que cambiar la ley?, ¡que se cambie ya!; ¿Hay que crear un fondo social con el dinero de todos? ¡que se haga inmediatamente!

Por ahí vamos todos juntos, pero lo que se me atraganta son las declaracions. Y no las de los políticos ventajistas, las de los que se suman al carro y parece que han estado viviendo con las familias que desalojan. No, las declaraciones que me indignan son las de ¡los propios deshauciados!

Cuando les oigo llamar ladrones a los bancos, cuando les tildan de asesinos ¿de qué hablan?

Vale que los bancos dieron hipotecas a quien no debían, que no fueron lo suficientemente estrictos y que no midieron los riesgos, pero ¿los midieron los que obtuvieron los préstamos? ¿les obligaron a pedirlos? ¿alguien les dijo que no tenían que devolverlo?

Hay productos financieros que son complejos, y en esos casos entiendo el argumento de que se considere la posibilidad de que el comprador haya sido embaucado por el hábil, y malvado, empleado de banca. No digo que esto sea así, pero pase como algo más probable y, de hecho, las propias autoridades de control de los mercados han terminado prohibiendo la venta de ciertos productos complejos a personas sin la suficiente preparación.

Pero ¿las hipotecas!!!??? ¡Vamos, anda! Todo el mundo sabe como funcionan: te dejan un dinero y te ponen una cuota mensual, que puede cambiar en función de eso que llaman el Euribor, ...y hay que devolverlo. ¿Donde está el engaño?

Puesto de otro modo: imaginemos que yo propongo tratar a los usuarios de los bancos como idiotas (según la cuarta acepción del diccionario de la RAE, 22ª edición: "que carece de toda instrucción"). Tendría la horca segura, y habría cola para darme palos hasta bajo las cejas. Y sin embargo, ahí están, los que etiquetan a los bancos de ladrones y asesinos, clamando a gritos porque no les trataron como a tales, porque las perversas entidades asumieron que el cliente sabía que no le regalaban el dinero y que tendría que devolverlo con intereses. ¡Qué engaño!

Pues bien, puesto que no estoy dispuesto a considerar a un grupo numeroso, desgraciadamente, de personas como idiotas, lo que concluyo es que las acusaciones no son solo injustificadas, sino que además son injustas.

Si invierto en bolsa, y mi valor baja ¿me han engañado?; y más simple aún: si compro un billete de lotería de la ONCE y no me toca ¿debo buscar al que me lo vendió y reclamarle mi dinero por haberme vendido una ilusión que no se materializó? 

Me solidarizo con quien pierde su hogar, y confieso que no puedo ni imaginar el dolor, y la humillación que eso puede conllevar. Pido que se solucione este tema con urgencia, y que se corte de raíz el origen del problema, al tiempo que se ayude a los afectados. Lamento de verdad los sufrimientos de los que han pasado por este trance, y tanto más los suicidios que se han producido recientemente, que muestran la extrema gravedad de todo esto...pero que me perdonen si no puedo por más que terminar diciendo que los bancos son culpables, los bancos...y los inconscientes que solicitaron préstamos que no podían afrontar a poco que cambiara la situación. ¡Y ambos a partes iguales!.

Y luego ya me confesaré por ir diciendo herejias por ahí.